Descubre si es posible potenciar el desarrollo intelectual de los bebés con el Efecto Mozart haciendo que escuchen música.

Fuente: www.psicologiaymente.com

En los últimos años se ha vuelto muy popular el llamado “efecto Mozart”. Según quienes defienden la existencia de este fenómeno, escuchar la música del compositor austriaco, o la música clásica en general, aumenta la inteligencia y otras capacidades cognitivas, sobre todo durante el desarrollo temprano.

A pesar de que la investigación científica sugiere que hay una parte real en este tipo de afirmaciones, lo cierto es que la revisión de la literatura existente evidencia que los potenciales beneficios de escuchar música se han sobredimensionado, al menos en el campo de la inteligencia. No obstante, la música puede ser muy positiva para las personas por otros motivos.

 

¿Qué es el efecto Mozart?

Conocemos como “efecto Mozart” a la hipótesis que propone que escuchar la música de Mozart aumenta la inteligencia y tiene beneficios cognitivos en bebés y en niños pequeños, aunque también hay quien dice que estos efectos también se dan en adultos.

La mayoría de estudios que han investigado la existencia de este fenómeno se han centrado en la sonata K448 para dos pianos de Mozart. Se atribuyen propiedades similares a otras composiciones para piano del mismo autor y a muchas obras similares en cuanto a estructura, melodía, armonía y tempo.

De un modo más amplio, este concepto puede utilizarse para hacer referencia a la idea de que la música, especialmente la clásica, resulta terapéutica para las personas y/o aumenta sus capacidades intelectuales.

 

Historia y popularización

El efecto Mozart se empezó a popularizar en los años 90 con la aparición del libro “Pourquoi Mozart?” (“¿Por qué Mozart?”), del otorrinolaringólogo francés Alfred Tomatis, que acuñó el término. Este investigador afirmó que escuchar la música de Mozart podía tener efectos terapéuticos en el cerebro y promover su desarrollo.

No obstante, fue Don Campbell quien popularizó el concepto de Tomatis mediante su libro “The Mozart Effect” (“El efecto Mozart”). Campbell atribuyó a la música de Mozart propiedades beneficiosas “para curar el cuerpo, fortalecer la mente y liberar el espíritu creativo”, como reza el título extendido del libro.

La obra de Campbell se basó en un estudio de los investigadores Frances Rauscher, Gordon Shaw y Catherine Ky publicado pocos años antes en la revista Nature. No obstante, este estudio mostró sólo una leve mejora del razonamiento espacial hasta un máximo de 15 minutos después de escuchar la sonata K448.

Artículos en los diarios New York Times o Boston Globe también contribuyeron a la actual fama del efecto Mozart. Después de la publicación de toda esta literatura empezó a formarse un negocio en torno a recopilaciones musicales con supuestos beneficios intelectuales, especialmente para niños, dado que Campbell escribió también el libro “El Efecto Mozart para niños”.

 

Investigaciones sobre el efecto Mozart

Las afirmaciones hechas por Campbell y por los artículos mencionados exageraron claramente las conclusiones del estudio de Rauscher et al., que encontró sólo pruebas leves de una posible mejora a corto plazo del razonamiento espacial. En ningún sentido se puede extraer de la investigación existente que la música aumente el cociente intelectual, al menos de forma directa.

En general, los expertos afirman que el efecto Mozart es un artefacto experimental que quedaría explicado por los efectos euforizantes de algunas obras musicales y por el aumento en la activación cerebral que provocan. Ambos factores se han relacionado con la mejora de las funciones cognitivas a corto plazo.

Por tanto, los beneficios del efecto Mozart, que es real en cierto modo, no son específicos de la obra de este autor ni de la música clásica, sino que son compartidos por muchas otras composiciones e incluso por actividades muy diferentes, como pueden ser la lectura o el deporte.

Por otro lado, y aunque no se ha demostrado que escuchar música clásica durante el desarrollo temprano sea necesariamente beneficioso, la práctica de un instrumento musical puede favorecer el bienestar emocional y el desarrollo cognitivo de los niños si ello les motiva y estimula intelectualmente. Algo similar sucede con otras formas de arte y creatividad.